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La práctica histórica de la quema de libros nos devuelve a la relación entre la materialidad del libro y su carga simbólica.
En épocas de e-books y pdfs, el libro como elemento físico parece un hecho secundario. La historia nos muestra que no. La importancia de la imprenta de Gutenberg es tal que es una de las marcas del pasaje de la EM al renacimiento. Nos remite a los clásicos. Podemos ubicar en Walter Benjamín un importante trabajo en este sentido. Por un lado, el libro posee sobre sí un peso simbólico (aureático). Pero ese valor no es tal sin la materialidad del libro. Un libro contiene palabras que forman bien una historia (en la ficción), bien información, como los tratados o libros de ciencias. Pero a su vez el libro es la expresión de la cultura. Las bibliotecas son la memoria de una sociedad.
Estamos tan acostumbrados al elemento libro que a veces no notamos su valor hasta que es negado. La quema de la Biblioteca de Alejandría es generadora de una de las grandes preguntas de la humanidad: ¿qué había en la Biblioteca? ¿Qué libros se han perdido para siempre? ¿Qué conocimientos se nos han negado por la acción del fuego?
La misma literatura no ha sido ajena a semejante suceso. Ray Bradbury y George Orwell han creado dos novelas fundamentales: Fahrenheit 451 y 1984, en el que sociedades totalitarias son descriptas a través de esta práctica. El alma de la sociedad que describe Bradbury está en esta acción. Menos recordado, existe un relato, un cuento, que plantea la existencia del alma de los humanos, centrándose en la de los escritores. En un ambiente particular, el del planeta Marte, las almas de los grandes escritores desaparecen a medida que los últimos ejemplares de sus libros son quemados en la Tierra. Poe. Dickens.Bram Stoker. Mary W. Shelley. El relato se titula “Los desterrados” y es también de Bradbury.
La quema de libros intencionada es uno de las prácticas más potentes de la historia. La destrucción de cultura producida por las personas. Es tan potente que ha dejado una marca en cada cultura que la llevó adelante. Al menos hasta ahora. La quema de libros por parte de la inquisición en Europa. En la conquista de América. El nazismo. La dictadura militar argentina. A todas ellas nos remite la quema de libros.
¿Y AHORA?
Sin embargo, esta nueva ocasión no ha contado
con el rechazo que se podría presuponer. Se han quemado 5.000 (cinco
mil) libros en Canadá. Libros que forman parte de la cultura universal de la
humanidad. Asterix de Goscinny y
Uderzo. Lucky Lucke de Morris. Tintín del maestro
francés Hergé.
Lamentablemente, casi no han trascendido imágenes del video de la quema de libros, un video realizado para las escuelas
Que las razones esgrimidas sean distintas a las del nazismo o la dictadura para llegar a los mismos resultados debería llamar más aún la atención de quienes las plantean, las defienden y quienes callan.
¿Puede la corrección política justificar la
quema de libros?
¿Puede la corrección política ser causa
suficiente para justificar el silencio?
Confundir la masacre de los pueblos originarios
de Canadá con la representación simplista y deformada que existan en las obras
literarias es de una gravedad enorme. Confundir hechos con representaciones
expresa una disociación grave entre lo real y lo ficticio.
¿Se puede reparar los hechos del pasado con
actos simbólicos? Nada traerá de vuelta a los muertos. Pero las barbaridades
cometidas deben tener consecuencias en el plano de lo real. Los actos del
nazismo fueron juzgados en los tribunales de Núremberg. También sabemos
que los nazis que escaparon fueron cazados posteriormente, algunos de ellos
escondidos en la Argentina. Las atrocidades de la dictadura fueron denunciadas
en el Juicio a las Juntas, que condenó a prisión a buena parte de la cúpula
militar, hasta la amnistía del gobierno en 1991. Una amnistía que también tuvo
sus silencios. Reconocidos políticos, particularmente en los años posteriores,
se mantuvieron en silencio ante semejante impunidad.
La distancia con los hechos dificulta una
reacción similar. La pregunta abre los interrogantes. Pero también permite
pensar opciones. Reconocer los derechos de los pueblos originarios es un primer
paso. No siempre pasa de lo simbólico a lo real. Tampoco es sencillo. ¿Se
debería devolver todo el territorio a los pueblos originarios? Deberían
desalojarse ciudades enteras. Provincias. Es una posibilidad. No se trata de
ser cínico, sino de dimensionar la situación. Qué sucede cuando distintos
pueblos han vivido en el mismo territorio. Es el drama que sustenta en parte,
el conflicto Palestina - Israel. España estuvo habitada por godos, romanos,
árabes, judíos, cristianos. ¿A quién le correspondería la península? Musulmanes,
judíos y cristianos convivieron durante algunos siglos, conflictivamente pero
con algunos tiempos de paz. Respetando las distintas creencias. Los tres cultos
sucedían en distintos lugares en las mismas ciudades. Convivían en mercados y
en las cortes. Los musulmanes y judíos fueron expulsados en 1492.
Hace poco España decidió reconocerle el derecho de ciudadanía a los
descendientes de los exiliados judíos. No es sólo un reconocimiento formal.
Incluye derechos.
La referencia a España no es un rodeo sino el recordatorio de que existieron otros
sucesos con dificultades similares. El debate en España aún sigue abierto.
Ningún libro ha sido quemado por fuera del proceso fascista encabezado por el
General Franco. Los libros son el recuerdo de un pasado complejo. Sin ellos
sería imposible siquiera entenderlo. Desde las crónicas de musulmanes y los
libros de Alfonso X hasta los estudios modernos y contemporáneos.
La quema de libros busca cerrar en lo simbólico
lo que no busca resolverse en el plano real.
La quema de libros taponea la realidad.
Lo que busca es obturarla, anularla. Quemar libros es quemar la historia. Acá
no ha pasado nada. Es cortar un brazo en el que hay una quemadura que no
cicatriza. La imagen recuerda a la quemadura química del Club de la Pelea. Con agua se potencia. Necesita vinagre para
cicatrizar. Las cicatrices no se van. Son algo con lo que las personas y la
humanidad de conjunto aprenden a vivir. El accionar de la quema de libros de
Canadá es la búsqueda de ocultar la cicatriz. Las obras quemadas no son “dignas”
de esta nueva sociedad. Deben ser eliminadas. La purificación es, ante todo, un
concepto religioso. La purificación de la sociedad busca quitarle el “pecado
original” que carga con ella. Era uno de las bases del nazismo.
El silencio de la comunidad académica,
literaria, docente, intelectual ante la quema de libros es grave. Probablemente
supone que las “buenas intenciones” pueden justificar un accionar “desmedido”.
Reconocidas publicaciones y editoriales, como Página/12 y el Fondo de Cultura
Económico presentaron la noticia desde un objetivismo totalmente inusual en
ambas. Se presentan ambas voces. Y punto. No fue esa la reacción cuando hace
pocas semanas estuvo en debate la crítica (sin censura, sin fuego) echa por un
sector de la Iglesia Evangelista a la serie El Reino. Curiosamente,
la respuesta de ese momento (“es ficción”) bien vale para la actual situación.
Lo que no se ve, no se valora, no se analiza,
es este taponeo de la realidad. La misma que genera la cultura de la
cancelación. La búsqueda de una “sociedad feliz” sin culpas ni reproches. No
porque no estén. Sino por que se tapan. Se bloquean. Se anulan. Y en ese
espíritu “liberador”, todo puede ser llevado por delante.
Donde se queman libros se terminan quemando también personas. Afirmó el poeta Heinrich Heine en la alemania de 1933. Ocho años antes del Holocausto.
Se
le suele atribuir a Bertolt Brecht
un poema que en realidad es de Martin Niemöller, un pastor lutherano alemán. El
poema de todos modos remite al mismo hecho. A la pasividad de los intelectuales
alemanes frente al ascenso del nazismo. Hay varias versiones del mismo. En el
Museo Memorial del Holocausto en Estados Unidos está escrito en piedra, como si
fuera una hoja de un libro, esta versión:
Cuando los nazis vinieron a
llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
ya que no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
ya que no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
ya que no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
ya que no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
En https://es.wikipedia.org/wiki/Primero_vinieron%E2%80%A6
Interseries
Escrito el 12 de Septiembre de 2021
Publicado el 14 de Septiembre de 2021
Referencias de las imágenes
Quema de libros en España por parte del franquismo, Madrid, 1939. Nota en El País
Quema de libros del Centro Editor de América Latina por la Dictadura Militar Argentina (1976-1983), 1980. Entrada en Wikipedia
Referencias
¿Quién le teme a los clásicos? Entrada del blog.
Walter Benjamín "La obra de arte en la era de la reproductividad moderna", "El narrador"
Library Wars: Una ficción sobre las bibliotecas como el último refugio de la libertad de opinión.
España: Un desarrollo más amplio en Luces en las Sombras: la Edad Media
El reino – Entrevista a Claudia Piñeiro en Página/12
El reino – Comunicado de Argentores: "Escribir ficciones no requiere, afortunadamente, ninguna autorización especial ni debe pasar por ningún filtro ideológico o religioso".
Bretch - “Preguntas de un obrero que lee”
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