Literatura, Arte e Ideología - Segunda Parte

[Algunos piensan a] La literatura como si fuera la realidad.
La ventana por la que miramos la realidad.
Cuando uno piensa que la literatura es la ventana por la que se
mira la realidad, uno se olvida de la ventana.
Uno se olvida del vidrio. El vidrio actúa como mediación.

Martín Kohan[1]


Segunda Parte


El análisis específico en la Literatura


El análisis literario nace con una gran obra, la Poética de Aristóteles. Su trabajo sobre la comedia, la tragedia y la epopeya fueron fundantes para la literatura, se mantuvieron en uso para la literatura romana y llegan hasta nuestros días. En Roma tuvieron también un gran peso los discursos oratorios, que eran pasadas a un medio material.

La literatura europea se amplia durante la (mal denominada) Edad Media, con los cantares de gesta, los textos religiosos, los fabluex y particularmente la interacción con la literatura que venía de oriente, en particular a través de Al – Ándalus (la “España árabe) con la que se enriquecen mutuamente. La cultura árabe interviene sobre la literatura occidental con su poesía, sus temáticas y estilos y con el hermetismo y la amplitud de lecturas de algunos de sus textos, legando una fuerte influencia en los cancioneros trovadorezcos, que llega hasta la propia Comedia de Dante.

En este sentido también destacamos la existencia de textos donde se reflexiona sobre la literatura, como Il Cortesano de Castiglione, los comentarios de Bocacccio hacia la Comedia dantesca (los comentarios de obras destacadas también eran una de los estilos literarios que se enriquecen en el contacto con el mudo árabe, a través de los clásicos comentarios de Averroes sobre Aristóteles).

Estos textos meta-literarios continuarán durante el renacimiento, el barroco y el romanticismo, junto a otros como el texto de Lope de Vega sobre “como escribir comedias”, las lecturas de Garcilaso y la complejidad de Góngora.

Estos textos, igualmente, tienen un carácter más particular, sobre determinados tipos de obra o estilos, y no sobre la literatura en general y sus elementos internos.

Durante el siglo XIX, las principales teorías literarias se ubicaban como una sub-trama de la historia o de la psicología del autor (como menciona la cita que encabeza este texto). Para estos estudios, la literatura estaba determinada por el momento histórico en que estaba escrita, es decir, que era un mero reflejo de ese momento histórico, o bien que era consecuencia de la psique del escritor, es decir que una obra literaria era un mero reflejo de las ideas y sentimientos del autor. En términos ideológicos, las obras literaturas eran un espejo de las posturas de la época o bien de las de su autor.

 

La ruptura producida por el Formalismo Ruso


El Formalismo Ruso se trata de un grupo de críticos literarios (del que participaban Shklovski y Tinianov entre otros), surgido a principios del siglo XX en la Rusia convulsionada.

Ellos serán los primeros en criticar estas dos posiciones sobre la literatura, que limitan la literatura a una rama de otras ciencias (la Historia o la Psicología) y que le niega todo carácter específico. Es en este sentido que el Formalismo realizará un recorte analítico sobre la literatura: se ocupará sólo de los elementos específicos de la literatura para encontrar las propiedades específicas de la prosa y la poesía (tomando como base la lingüística de Fernandine de Saussure).

Este recorte radical -duramente criticado hasta el día de hoy-, permitió la teorización de los elementos internos de la literatura que hoy consideramos casi como naturales, la particularidad del lenguaje poético, el narrador y el autor, el ritmo poético y la rima libre, el yo poético en la poesía, entre otros.

El procedimiento tenía por lo tanto dos caras, una positiva y una negativa. La positiva es todo lo mencionado anteriormente, el estudio y profundización de los elementos propios del lenguaje en la literatura, lo que logró independizar a la teoría literaria de las ciencias a las que estaba subsumida.

La crítica negativa refiere a que una total independencia de la literatura o de cualquier otra ciencia social es imposible. Éste era particularmente el debate que tenían, fraternalmente, los Formalistas con el denominado Círculo de Bajtín. Sin embargo, la mayoría de las críticas contemporáneas evitan mencionar que los propios Formalistas marcaban que su trabajo era un recorte metodológico. La búsqueda de un conocimiento científico sobre la Literatura implicaba necesariamente ese recorte, como lo ha hecho la Sociología para diferenciarse de la Historia y la Antropología, por ejemplo.

En una segunda etapa del Formalismo se intentó volver a tender esos vínculos con las otras Ciencias Sociales, etapa que lamentablemente fue interrumpido por el stalinismo, que disolvió tanto al grupo Formalista como al Círculo de Bajtín.

Esta teorización incipiente se daba a través del concepto de “serie”, desarrollado por Tinianov. Los distintos momentos de la Literatura formaban una serie literaria, que se conectaba con las series históricas, sociológicas, etc. Esta segunda etapa intentó revincular la Teoría Literaria con los demás conocimientos.

Es también a través de estas series que puede pensarse la relación de la literatura con la ideología.

 

Las críticas al Formalismo y algunas consideraciones importantes. Parte 1


En primer lugar, hay quienes niegan toda relación entre literatura e ideología. Hay obras en donde lo ideológico es un hecho menor, subordinado a la trama, la historia narrada y la estética (hecho que desarrollaré en el punto 2).

Pero no puede dejar de mencionarse que el trabajo de juntar a la literatura con la historia política y una posición ideológica definida ha generado grandes obras a lo largo de la historia.

Es importante destacar que ellas son resultado de una acción consciente del autor, de narrar los acontecimientos históricos y políticos con el uso del lenguaje literario. Podemos mencionar La noche quedó atrás de Jan Valtin, los “Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós y su legado en las novelas de Almudena Grandes, como Inés y la Alegría o El lector de Julio Verne. También la excelente obra de Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros, o su obra más actual Herejes. Mientras La noche quedó atrás narra acontecimientos reales, otros son la narración de personajes imaginarios insertos en un mundo concreto que corresponde a determinada época política, como las mencionadas de Almudena Grandes y Herejes, de Padura. El hombre que amaba a los perros destaca por narrar ficcionalmente hechos históricos concretos, a través de un enorme trabajo de investigación histórica llevada adelante por el cubano.

La literatura argentina del siglo XIX ha dado tres obras fundamentales, todas marcadas a fuego por la lucha política e ideológica de la época, obras que Ricardo Piglia y Martín Kohan analizan profundamente: “El matadero” de Echeverría, el Facundo de Sarmiento y el Martín Fierro de José Hernández.

De varias de ellas intentaremos dar cuenta en el blog en distintos posteos.

 

Las críticas al Formalismo y algunas consideraciones importantes. Parte 2


Mas profusa es aquella crítica que, descartando todo el trabajo de los Formalistas y el Círculo de Bajtín, vuelve a ubicar a la literatura como un apéndice de lo ideológico, absolutamente subordinado a él.

En este sentido, la concepción de que la Literatura es pura ideología, es decir, pura expresión de la ideología del autor o de la clase social a la que pertenece, es la eliminación por completo de lo específicamente literario. Considerar a la literatura como pura expresión ideológica ubica a toda producción textual que tenga un contenido político en ese campo: la novela, la poesía, el texto periodístico y el volante político serían todos parte de un mismo grupo: la expresión escrita de la ideología.

La primera crítica a esta concepción mecánica de la literatura parte del sentido común. Si sólo se expresa un punto ideológico, para que molestarse tanto en trabajar su costado literario. Alguien podría responder que es una manera de esconder el contenido ideológico de la obra. A su manera, autores como Bertolt Bretch han partido de esta concepción, generando una literatura cuyo objetivo es fomentar la consciencia de clase de los trabajadores. Sin embargo, no deja de haber procedimientos propios de la literatura en la obra de Bretch, genial en muchas de sus creaciones. Es decir que son obras realizadas con procedimientos literarios, atravezados por las concepciones ideológicas del autor y con un objetivo político, pero no deja de haber un elemento propamente literario en esas obras, aún cuando la obra está subordinado a una intencionalidad político – ideológico.

En algunos pasajes de su libro Literatura y Revolución, León Trotsky menciona alguna de estas ideas, más allá de que el libro en términos generales peca del mismo mecanicismo antes mencionado. En este caso, el contexto político marca sus razones: es un libro pensado desde la política y necesidades políticas del proceso soviético para ganar el apoyo de los escritores e intelectuales contemporáneos, más que un análisis político-literaria de la literatura. El error aquí es buscar lo segundo (que es lo que parece proponer el libro desde su nombre) cuando lo que vamos a encontrar es lo primero.

Por fuera del mecanicismo de ciertas lecturas hechas por marxistas (cosa que no les quita su condición de marxistas ni de revolucionarios -nadie puede ser especialista en todo- y personas como Lenin y Trtosky probaron cabalmente su lucha por los trabajadores) puede considerarse al proceso de análisis de los Formalistas y del Círculo de Bajtín como un trabajo realmente dialéctico sobre la literatura, en términos de afirmaciones, negaciones, contradicciones y superaciones.

En el caso de Trotsky, su mejor legado al respecto está en el Manifiesto por un arte revolucionario independiente, firmado por André Bretón y Diego Rivera, pero que incluyó al ruso en su escritura y que incluye una conocida sentencia: “La revolución para la libertad del arte, la libertad del arte para la revolución”.

La libertad del arte es justamente la libertad creativa, de estilos y temáticas, en una concepción muy distinta a la sostenida en el libro antes mencionado. La revolución para la libertad de arte, sitúa al autor como persona física concreta, como parte de una sociedad en la cual debe vivir y comer, la cual muchas veces determina que estéticas son viables económicamente (y por lo tanto publicables y distribuíbles masivamente) y cuales no.

 

Procesos políticos y autores – Autores y procesos políticos


Durante los primeros años del proceso soviético, ambos grupos (Formalistas y Bajtín) tuvieron total libertad de seguir investigando, pero a partir del ascenso de Stalín en 1924-25, la cosa cambió. Bajtín y varios otros pasasarían años en Sibería. 

Un ejemplo donde lo literario se relaciona conscientemente con la política se da en la figura de Vladimir Maiakovski, máxima figura del Futurismo Ruso (o Constructivismo, pues se apartaron rápidamente del Futurismo italiano por su apoyo al fascismo). Su obra está plagada de metáforas políticas, sociales, naturales. Fue la expresión literaria de una ebullición política que se fue apagando, hasta suicidarse de un balazo en el pecho en 1930.

Por otro lado, el pintor Kazimir Malevich, autor de Cuadrado Negro sobre fondo blanco y fundador del Suprematismo, revolucionó la pintura en términos puramente pictóricos, a la vez que fue Director de Arte del Soviet de Moscú y luego “Comisario para la protección del patrimonio”. En 1930, Malevich estuvo tres meses en prisión acusado de “espía polaco” por la policía política de Stalin.

Los ejemplos de Maiakovski y Malevich son fundamentales para entender los puentes entre la literatura y lo social – político. La obra es siempre creación de un autor, que tiene un pensamiento individual y una estética artística, a la vez que vive en un contexto determinado. Es esa relación dialéctica y contradictoria la que permite entender que Maiakovki haya impregnado su obra literaria con el proceso político y que en Malevich su obra transformadora siga siendo dentro de los parámetros estéticos del arte.

La equivocación de fondo, en el denominado “marxismo académico”, es la consideración mecánica de la relación estructura – superestructura. Ya el propio Marx alertaba contra ese mecanicismo. El caso más patente no deja de se el llamado “realismo socialista” de la década del ’30 en la Unión Soviética.

Lejos de las metáforas de Maiakovski o la frescura de Eisenstein (El acorazado Potemkin), se trata de obras impulsadas por el Estado, donde se pretendía plasmar la vida obrera y campesina en la idílica unión soviética. Es el único tema permitido y estaba bajo la supervisión y censura del aparato político. Son textos que han quedado en el olvido. La subordinación absoluta del proceso creativo anuló casi por completo lo propiamente literario.

 

Una conclusión abierta 
(y algunas palabras sobre el proceso de lectura - escritura)


He intentado reflexionar y problematizar la relación entre Literatura e Ideología. La intención ha sido sobre todo poner en cuestión algunos presupuestos habituales sobre este punto, y realizar una crítica y varias afirmaciones, a partir del trabajo realizado por la corriente de los Formalistas Rusos.

Es evidente que un tema tan rico y complejo es imposible de cerrar ad eternum (para siempre), aunque se hicieran docenas de jornadas al respecto. La variedad de opiniones enriquece el mismo debate y permite pensar más profundamente la literatura.

Es complejo dar conclusiones finales, además, porque he debido dejar de lado a referencias como la Escuela de Frankfurt (Walter Benjamín tiene trabajos fundamentales sobre el tema) o no ha sido profundizado lo suficiente el Círculo de Bajtín, cuyos autores no conozco con la misma profundidad que al Formalismo Ruso. Se trata, por lo tanto, de dar un aporte a un debate académico más que interesante, sobre todo desde la óptica de los Formalistas, que ha sido bastante dejada de lado a partir del giro barthesiano del análisis literario.

De todos modos, la literatura sigue siendo el centro de la escena.

No hay análisis literario que valga cuando una obra no nos gusta, no nos entretiene, no nos pone a reflexionar o no nos conmueve (aunque no es necesario, e incluso no considero recomendable, que una sola obra genere todas esas reacciones).

El análisis literario como tal nos permite dos cosas (al menos). Por un lado, comprender los elementos internos de la literatura, lo que abre a veces las puertas a lecturas consideradas como más complejas (La Comedia de Dante) o bien nos permite encontrar segundas o terceras lecturas de una obra (Las mil y una noches, El nombre de la Rosa, etc). Son algunos de esos elementos internos los que ponen sobre la mesa obras tan reconocidas como Ficciones de Borges y Rayuela de Cortázar.

En segundo lugar, nos permite incorporar esos elementos para la hora de escribir. La cita de Borges de que es mejor lector que escritor (que da pié a otro escrito largo sobre el autor) nos recuerda que es fundamental leer para poder escribir. Es la lectura la que nos acerca a los distintos estilos y formas de composición (y que son explicitados por el análisis literario). Mientras más variada sea esa lectura, más posibilidad de aplicar esos elementos en una obra propia cuando son requeridos o simplemente cuando uno desee incorporarlos.

 

Interseries
Abril – Julio 2020



[1] En “Debate Kohan Sartelli "Los intelectuales ante la derrota de la revolución" https://youtu.be/orhS75g_rW8?t=3536





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