¿Narrar la pandemia?



A lo largo de estos meses de cuarentena se ha presentando en varias ocasiones el debate acerca de si es posible hacer literatura de la pandemia. No literatura en pandemia, sino de la pandemia, sobre ella.

¿Es factible asir algo tan grande? 

Se puede narrar -sea verídica o ficcionalmente- una despedida, una muerte, una recuperación o decenas de algunas de estas escenas. Pero son eso, escenas, recortes. No son la pandemia en su totalidad, como fenómeno pleno. ¿Puede narrarse la pandemia de conjunto?

Tenemos antecedentes de obras famosas en el marco de catástrofes naturales y sociales. Desde el Decamerón de Boccaccio del 1352 hasta el desarrollo (ya en el siglo XX) de la ciencia ficción de entre guerras y posguerras.

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Hay quienes sostienen que la escritura de ficción en tiempos de crisis es una huída de la realidad (al igual que aquellos narradores-oyentes de historias, resguardados en un castillo). Como en el cuento de Poe, a la literatura de ficción le llegaría inevitablemente su “Máscara de la muerte roja” bajo el manto de la literatura realista.

Ahora, ¿puede alguien huir de una catástrofe mundial? ¿Puede un colectivo de personas como escritores y lectores disociarse de lo que les sucede sólo por leer o escribir ficción? Rápidamente la realidad se impone con su peso. ¿Y entonces?

Esa critica refleja borrosamente la idea de que la única función de la literatura está en su contenido ideológico. Es la reducción de la literatura a un folleto político, que no significa desmerecer al folleto, sino entender que así como ambas tienen elementos ideológicos, también hay diferencias en las formas, estéticas y en la propia estructura de la ficción.

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La pregunta sobre que tan factible es poder documentar o ficcionalizar una tragedia mundial durante su transcurso no tiene una respuesta única, sino que abre una serie de distintas respuestas posibles, que no se anulan entre sí.

La ficción realista en primer lugar no es una obligación. Es sólo una alternativa entre varias.

No es casual que la obra más reconocida de la Guerra Civil Española sea el “Guernica” de Picasso, que expresa una enorme tragedia sin hacer uso de un realismo pictórico.

Durante unas jornadas literarias, un escritor brasileño hablaba de las dificultades del policial negro para abrirse paso en América Latina. La hipótesis que presentaba, interesante, era que la imaginación literaria sobre crímenes, los bajofondos del hampa y la corrupción policial siempre se opacaban ante la realidad. ¿Como venderle un policial negro a un habitante de Río de Janeiro que todos los días abre el periódico con la curiosidad de saber si el día anterior hubo más o menos muertos que el precedente, producto de los enfrentamientos entre bandas?

Puede pensarse, siguiendo a Martín Kohan, en la potencialidad misma que tiene la distancia literaria. Eduardo Sacheri en su relato "Frío" logra darle una vuelta interesante a la crudeza de la guerra de Malvinas, alrededor de los recuerdos de un veterano.

Finalmente el Decamerón de Boccaccio, con sus protagonistas encerrados en un castillo y sus relatos que salían fuera de él, ha quedado como un legado histórico. No sólo de la peste, sino además de las costumbres de una época.  Y en una obra capital de la literatura universal. No es poco.

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Pablo Testa

Octubre Noviembre 2020

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